Por favor, consulte el glosario para obtener una explicación de los términos de inversión mencionados en este artículo.
En marzo de 2020, al estallar la pandemia de COVID-19, el mundo pareció detenerse de repente. Esta pausa abrupta en nuestra vida cotidiana nos permitió aminorar el paso y apreciar el mundo natural a nuestro alrededor. Para muchos, la reducción de los viajes de negocios y de los desplazamientos al trabajo, unida a la creciente dependencia de tecnologías y prácticas modernas, fue lo que necesitaban para concentrarse en una economía futura más sostenible.
¿A qué nos referimos con «más sostenible»?
La ONU lleva bastante tiempo planteándose esta pregunta, y en 2015 publicó un conjunto de «Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS*)», 17 metas interconectadas y ambiciosas diseñadas como una plantilla para lograr una economía mejor y más sostenible para todos. Estos objetivos suelen enmarcarse en torno a tres grupos de factores clave: medioambientales, sociales y de gobierno corporativo, conocidos conjuntamente como «ESG», por sus siglas inglesas.
Invertir de cara al largo plazo, en lugar de beneficios a corto
Objetivos como poner fin a la pobreza, lograr la igualdad de género y proteger los ecosistemas no pueden lograrse de la noche a la mañana, sino que requieren un replanteamiento fundamental de nuestro modo de ver las finanzas. Debemos alejarnos de una ideología enfocada en el beneficio a corto plazo y abordar inversiones que fomenten los esfuerzos de desarrollo.
El activismo accionarial (por parte de inversores que utilizan su influencia para forzar a las empresas a lograr ciertos resultados) es un área que ya juega un papel crucial en el fomento de los ODS. Se trata de un potente vehículo para obligar a las compañías a que rindan cuentas sobre la viabilidad y credibilidad de sus compromisos en torno a la neutralidad de carbono (es decir, la reducción de sus emisiones para lograr un equilibrio entre el carbono emitido y el retirado de la atmósfera) así como muchos otros objetivos sostenibles. También ayuda a las gestoras a decidir en qué empresas invertir, y les permite monitorizar las estrategias corporativas dialogando con sus equipos directivos.
Por ejemplo, en M&G seguimos concentrando nuestra labor de activismo en lo que hacen las participadas para reducir sus emisiones y alcanzar la neutralidad de carbono, y a fin de entender mejor sus planes de transición hacia este objetivo.
La diversidad y la inclusión suponen otro ámbito clave al que dirigimos nuestra atención, ya que pueden contribuir de forma considerable a una mayor rentabilidad financiera y a una sociedad más justa. En M&G hemos analizado activamente nuestras carteras de acciones en busca de empresas rezagadas en materia de diversidad, y tal como mencionamos en nuestro informe de actividad más reciente, nos dirigimos a unas 20 firmas que no lograron satisfacer nuestros criterios mínimos de diversidad en el consejo de administración.
El voto en las juntas generales de accionistas también supone una herramienta sólida para fomentar el cambio y ayudar a las empresas a pensar en el largo plazo. Este tipo de involucración activa de los accionistas es lo que presiona a las empresas para que implementen cambios positivos alineados con los ODS de la ONU. Así pues, las grandes entidades financieras pueden animar a las compañías a ser más sostenibles, pero… ¿qué están haciendo los pequeños inversores y particulares?
La demanda de productos sostenibles se ha elevado. Como ejemplo ilustrativo, según el informe gubernamental Greening Finance: A Roadmap to Sustainable Investing, un 70% del público del Reino Unido desea que su dinero contribuya a marcar la diferencia para las personas o el planeta.
Al mismo tiempo, el mercado está ofreciendo cada vez más este tipo de productos:
– Vehículos de «inversión de impacto» dirigidos ejercer un impacto social y medioambiental positivo, mensurable y rentable.
– Productos de inversión concentrados en la sostenibilidad, que seleccionan e incluyen inversiones que satisfacen ciertos criterios de sostenibilidad.
– Productos de integración ESG, que tratan de incluir factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo significativos en el proceso de análisis y toma de decisiones de inversión.
La inversión ESG quizá fuera un nicho en el pasado, a menudo una opción solamente disponible para inversores institucionales, pero GSIA y Bloomberg[1] anticipan que la cantidad de dinero invertida en productos ESG seguirá creciendo con fuerza.
La inversión sostenible ha llegado para quedarse.
Ya no se trata de lograr objetivos financieros: ahora, los inversores consideran cómo sus inversiones afectan al conjunto de la sociedad y al planeta. Los gobiernos se concentran en la sostenibilidad y en las perspectivas a largo plazo, tal como demuestra la pasada cumbre COP26. Por lo que respecta a los inversores particulares, estamos viendo demanda de soluciones más sostenibles para sus necesidades de ahorro e inversión.
El valor y los ingresos de los activos del fondo podrían tanto aumentar como disminuir, lo cual provocará que el valor de su inversión se reduzca o se incremente. Es posible que no recupere la cantidad invertida inicialmente.
Los puntos de vista expresados en este documento no deben considerarse como una recomendación, asesoramiento o previsión. No podemos ofrecerle asesoramiento financiero. Si no está seguro de que su inversión sea apropiada, consúltelo con su asesor financiero.
*Si bien respaldamos los ODS, la ONU no refrenda nuestros fondos ni estamos afiliados a esta organización.
Esta
información no constituye una oferta ni un ofrecimiento para la adquisición de
acciones de inversión en cualquiera de los fondos de M&G. Promoción
financiera publicada por M&G International Investments S.A. Domicilio
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[1] https://www.bloomberg.com/professional/blog/esg-assets-may-hit-53-trillion-by-2025-a-third-of-global-aum/